Dr. Vinicio López
Ha cobrado notoriedad y preocupación entre los diferentes actores del sistema nacional de salud y de la seguridad social la implementación de los servicios de atención primaria en salud, y del primer nivel de atención como puerta de entrada según se establece en nuestras leyes vigentes. Las estadísticas establecen que alrededor del 80% de todas las necesidades de salud pueden ser resueltas en este nivel, siempre y cuando cuente con la capacidad resolutiva mínimamente indispensable.
Un centro de atención primaria, o UNAP como es mejor conocido por la población, está destinado para brindar servicios de salud a 500-700 familias. O lo que es lo mismo a entre 2,500 y 3,500 personas. Para un adecuado funcionamiento debe contar con una buena infraestructura física, dotado de todos los servicios básicos indispensables y bien equipados. Como recursos humanos debe contar con un médico, idealmente especialista en Medicina Familiar. Enfermeras y promotores de salud, en adición a los servicios de conserjería y vigilancia de seguridad. Todos estos recursos humanos deben vincularse lo más estrechamente posible a su entorno comunitario e involucrarlo en la solución y prevención de potenciales problemas sanitarios.
El papel del promotor de salud es de primer orden, y como tal debe ser importantizado. Un promotor debe atender a cien familias, lo cual no resulta difícil realizar en 30 días. Debe cumplir con una serie de indicadores sobre los cuales debe reportar su cumplimiento al supervisor y/o al médico. Es esencial que sean verdaderos líderes comunitarios, con probada vocación de servicio y respeto ganado en el sector de su incidencia. Es necesario recordar que los primeros promotores surgieron como voluntarios, sin recibir paga alguna más que la satisfacción por la misión cumplida.
Articulando un buen servicio de promoción de la salud disminuirían significativamente las epidemias y casos de enfermedades prevenibles por vacunas, de dengue, malaria, leptospirosis, enfermedades diarreicas, hipertensión, accidentes cerebrovasculares, insuficiencias renales crónicas, diabetes y complicaciones diabéticas, entre otras patologías. Las atenciones y orientaciones brindadas a las embarazadas, puérperas y niños reducirían la alta tasa de mortalidad materna e infantil que padecemos. La atención personalizada a los envejecientes y a las personas con enfermedades crónicas son otros de los beneficios. En casos necesarios ese promotor se hará acompañar del médico en la visita domiciliaria. Igualmente debe servir, junto a todo el equipo, para ser facilitador en la inscripción de los reciennacidos y otras personas a los beneficios de la Seguridad Social, especialmente en el régimen subsidiado.
Con la promoción de estilos de vida saludable se contribuye a la disminución de malos hábitos alimenticios, de sedentarismo y obesidad, de ruidos innecesarios, de imprudencias en el tránsito y su alta secuela de accidentes. Serían innecesarios los operativos de descacharrización en los patios de las viviendas cada vez que se presentan brotes de dengue o de otras enfermedades transmitidas por vectores. La dura realidad es que todos en el sector salud conocemos al dedillo cuanto he dicho, y más. Manos a la Obra.