Por Hidalgo Rocha Reyes
Por miles y otras razones siempre he dicho y creo que he sido bendecido por Dios durante el trayecto de mi vida o existencia. Aun entre mis bajas y altas, él me ha dado las cargas que ha entendido puedo llevar. Por ello le he agradecido de rodillas cuando estas han llegado.
Hago esta aclaración porque nunca antes escribir sobre un tema me ha llevado tanto tiempos y borrones para no caer en malos entendidos con creyentes amigos y fanáticos desmedidos, ya que el diablo nunca está en su casa y cuando esta es que ya se mudo a la ajena a molestar.
Escribir sobre temas religiosos siempre es difícil, mucho más debatir, porque en algún momento se llegara cuestionar las escrituras y el modo de algunos entenderlas o practicarlas, máxime cuando ellos la ejercen para beneficios propio, para su bienestar personal. Pero nos hemos atrevido hacerlo y hemos querido dejar plasmado nuestro parecer sobre esa práctica moderna que han adoptado creyentes religiosos a los cuales algunos autores llaman “el otro evangelio”, porque su norte solo es la satisfacción material, el egocentrismo, la prosperidad personal.
A esta no tan nueva corriente del pensamiento cristiano se le ha denominado Teología de la Prosperidad. Nace en América por los años 40s, pero ahora es que está saliendo a flote en estos lares. De la prosperidad y el bienestar la biblia habla bastante. Buscamos y leímos allí muchos versículos sobre ese tema (Google nos simplifico las cosas), pero en ningún momento la biblia habla de la prosperidad económica o financiera, más bien de prosperidad espiritual, abundancia en gozo y gracias, no materialista.
Por estos predios esta teología se muestra como la mejor opción de progreso y bienestar económico o de mejor crecimiento sano de rápida adquisición para mortal alguno. Tener posición ante clero alguno o instalar una iglesia en barrio cualquiera bajo esta doctrina, ya es sinónimo de posicionamiento social y económico. A estos no le preocupan los enfermos, los oprimidos, los necesitados, los falto de fe y esperanza, buscan la dolce vita, el glamour, la adquisición de vehículos y grandes mansiones.
No pretendemos ver a los seguidores de esta doctrina como mercaderes de la fe ni nada parecido. Esa no es nuestra intención, pero realmente llama la atención como estos se alejan de aquellos cristianos que antes veíamos como modelos de espiritualidad y de sano vivir. De aquellos cristianos nuestros que su norte era propagar la fe, la creencias en nuestro Dios y no usarlo para sus deseos y beneficencias personales.
Al parecer estos solo creen y entienden que la bendición económica y el bienestar es la puerta hacia la gracia de Dios, que es su voluntad que la obtención de recursos financieros se dé para una mejor vida en congregación y que aquellos que padecen necesidades dentro y fuera de la comunidad religiosa, son hechos por su castigo por falta de fe.
Los promotores y seguidores de la teología de prosperidad siguen su rumbo hacia lo personal y no hacia la promoción del evangelio a los tiempos modernos, donde hay que adaptar los valores cristianos a la tecnología, a la lucha continua de los flagelos que trae el consumismo social, enmarcado en la obtención de música porn-sexual por nuestros jóvenes y corrupción y violencia en todo el mundo.
Las iglesias, católica y protestantes promotoras de esta doctrina espantan a aquellos que sentimos la necesidad de la busquedad espiritual mediante la congregación. Pero como dice Josué 1:9 – ¿No te he mandado? Esfuérzate y sé valiente; no temas, ni desmayes, porque Jehová tu Dios [está] contigo en dondequiera que vayas.
La riqueza de Dios en gloria es lo que están llamado a promover las iglesias, los pastores, sacerdotes y todo creyente. Así dice Filipenses 4:19: Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Más eso no es lo que promueven y dejan ver ante la sociedad los seguidores y promotores de la teología de la prosperidad. Estos se venden como progresista en la fe. Bendecidos en prosperidad.
A estos no los ve visitar enfermos ni clínica ni hospitales, mas si los observas parecerse artistas y modelos de pasarelas.
El autor es abogado y comunicador