Por: Jean Carlos Santos
Abogado y ciudadano dominicano
República Dominicana amaneció desgarrada el 08 de abril de 2025, la noticia parecía irreal: “El emblemático centro de entretenimiento Jet Set, testigo de tantos momentos históricos de la música dominicana, colapsó en medio de una noche de fiesta”. El merenguero Rubby Pérez apenas entonaba sus primeras canciones cuando el techo del recinto cedió, provocando una tragedia que nos robó el aliento.
A la fecha centenas de vidas apagadas en cuestión de segundos, muchos heridos y cientos de familias marcadas por la incertidumbre, el llanto y la impotencia. Desde entonces, cada dominicano, sin importar su región o condición, carga con una herida invisible. Porque esta no fue una tragedia de unos pocos: fue una pérdida nacional.
En las primeras horas tras el hecho, se viralizaron videos, fotos y audios. Rostros conocidos y anónimos aparecían en listas no confirmadas, el morbo fue más rápido que la prudencia. En medio del caos, la verdad se vio sepultada por un alud de contenidos difundidos sin verificación, sin sensibilidad y sin pensar en las familias que aún no sabían si sus seres queridos estaban vivos.
En este contexto, cobra especial relevancia la Ley núm. 192-19, que regula la notificación y difusión de informaciones oficiales en situaciones de emergencia y desastres. Esta norma, aún poco conocida por muchos, contiene principios que hoy deben guiar nuestra conducta como ciudadanos, medios de comunicación y autoridades.
Dicha ley establece que las informaciones en tiempos de emergencia deben ser veraces, oportunas, objetivas y respetuosas de la dignidad humana. Más que una fórmula legal, esto es un principio ético: no todo lo que puede decirse debe decirse, y mucho menos si al hacerlo se lacera la paz de quienes están sufriendo.
Esta ley otorga al Centro de Operaciones de Emergencias (COE) la facultad exclusiva para emitir comunicaciones oficiales en estos casos. Esto garantiza un canal único y autorizado, que evita confusión, pánico innecesario y desinformación. Ignorar esta disposición no solo infringe la ley: también puede agravar la tragedia desde el punto de vista emocional y social.
LA DIGNIDAD HUMANA NO TERMINA CON LA MUERTE
La Constitución de la República Dominicana, reconoce la dignidad humana como principio fundante de todo el orden jurídico. Esto implica que cada persona, en vida o en muerte, merece respeto, consideración y trato humano. Las víctimas del colapso del Jet Set no son simples cifras: son madres, padres, hermanos, amigos. Tienen nombres, historias, sueños interrumpidos.
Difundir imágenes gráficas de sus cuerpos o burlarse del dolor ajeno atenta contra su dignidad post mortem y la Ley 192-19 es clara al respecto: el manejo de la información debe estar guiado por el respeto a las víctimas y sus familias.
Como sociedad, debemos detenernos a pensar: ¿qué tipo de país queremos construir? ¿Uno donde se lucre con el sufrimiento ajeno? ¿O uno donde el respeto y la compasión prevalezcan incluso en los momentos más oscuros?
Frente a tragedias como esta, el Estado está llamado a actuar con rapidez, coordinación y transparencia.
Las autoridades han cumplido con el deber inicial de atender a los heridos, rescatar a las víctimas, declarar duelo nacional y brindar asistencia psicológica. Pero también tienen la responsabilidad de garantizar una comunicación institucional clara, que evite rumores y garantice el derecho de la ciudadanía a estar informada con responsabilidad.
Los medios de comunicación, por su parte, deben recordar que su rol no es solo informar, sino también formar conciencia y preservar la paz social, la libertad de expresión es sagrada, pero no absoluta, tiene límites, y uno de esos límites es el respeto a la dignidad humana y al dolor colectivo. La ética periodística debe ser más fuerte que la carrera por el “primero en publicarlo”.
UN PAÍS UNIDO EN SU DOLOR Y RESILIENCIA
Pese al caos, surgió lo mejor de nosotros, vemos médicos trabajar hasta el agotamiento, voluntarios donando sangre, bomberos arriesgando sus vidas entre los escombros, psicólogos ofreciendo contención emocional a familiares. El país entero se movilizó.
Este espíritu solidario demuestra que somos una nación resiliente, que, aunque el dolor nos golpea, la esperanza se niega a morir y que del dolor puede nacer una nueva conciencia colectiva: una que valore más la vida, la seguridad, la comunicación responsable y el respeto mutuo.
La tragedia del Jet Set no puede quedar en el olvido. Debe convertirse en memoria viva, en lección histórica, que cada víctima sea recordada con honor, que cada error cometido en la cobertura de este hecho nos sirva para hacerlo mejor en el futuro, que las leyes como la 192-19 no sean letra muerta, sino guía real para tiempos difíciles. No se trata solo de justicia legal, que vendrá en su momento, se trata de justicia emocional, de reconocimiento, de respeto.
Como abogado, pero sobre todo como ser humano, creo firmemente que el derecho debe ser un puente entre la ley y la humanidad, hoy, más que nunca, necesitamos ese puente. Que esta tragedia no sea solo una marca de luto, sino un punto de inflexión para construir una República Dominicana más sensible, más empática, más respetuosa y que las luces del Jet Set, ahora apagadas, se conviertan en antorchas de memoria y conciencia para las generaciones que vendrán.
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