Joven es atacada por haitiano; recibe más de 20 y esta grave Al mediodía del miércoles de la semana pasada, la adolescente Fausta Antonia Sena García, de 14 años.
Se fue sin el permiso de su madre al río La Peñita, en Pedro Brand, momento que fue aprovechado por un ciudadano haitiano para propinarle más de 20 machetazos a la menor y dejarla por muerta porque ella ni su familia aceptaron que fueran novios.
Hace varios meses, el haitiano solo identificado como “Jefry” enamoraba a la hermana de la adolescente agredida, de 17 años, pero al darse cuenta que ella no le interesaba tener nada con él, comenzó a enamorar a Fausta.
“Fausta me dijo hace unos 15 días que el muchacho haitiano la estaba enamorando desde hace algunas semanas. Yo le dije que él ya había enamorado a su hermana, por lo que no podían estar juntos, además le pregunté que si tenían algo y Fausta me dijo que no, que no le gustaba”, cuenta Yajaira García, de 36 años, madre de Fausta.
Manifiesta que hace pocos días se reunió con el agresor para decirle que dejara a la menor tranquila y que todo quedara en paz, y al hablar con él se enteró que le había dado US$20.
Expresa que Cielo, como cariñosamente le dicen a Fausta, aceptó el dinero, y no le había dicho nada a sus padres.
“Al enterarme de que le habían dado 20 dólares a Cielo, le pregunté por qué le dio el dinero, a lo que respondió que fue porque está enamorado de ella. De una vez yo le dije que no podían estar juntos porque mi hija no está enamorada de él, además, le dije que también estaba enamorado de mi otra hija”, dice Yajaira. Indica que al terminar la conversación, le dijo que se volverían a reunir para pagarle los US$20, porque ya la menor los había gastado, pero ese momento nunca llegó.
En esos días Yajaira escuchó en varias ocasiones que el agresor dijo que si su hija no iba a estar con él, no estaría con nadie, porque la iba a matar.
La agresión
El miércoles de la semana pasada Cielo estaba de castigo, pues había hecho algo que a su madre no le agradó.
La menor solo va a la escuela tres días a la semana, pues vive en el kilómetro 28, en el sector Los Quilombos, barrio Nueva Esperanza, y estudia en el kilómetro 25, y por la distancia su padre solo puede llevarla y recogerla tres días.
Mirando la pequeña y gastada cama en la que dormía su hija, dice que le había dicho que no saliera de la casa, por el problema que tenía con el ciudadano haitiano.
Dijo que a pesar de eso Cielo se fue a escondidas al río con dos amigos, aprovechando que en ese momento se había recostado un momento en la cama.
“Al parecer, el haitiano se dio cuenta que solo andaban ellos tres y aprovechó y se apareció de sorpresa, y sin mediar palabras con nadie, comenzó a darle machetazos a Fausta”, indica.
Desorientada, Yajaira narra que el haitiano solo agredió a su hija, y que la única forma que ella tenía de defenderse era poniendo los brazos para tratar de cubrirse.
La adolescente recibió más de 20 machetazos en todo el cuerpo, incluyendo la cabeza. Sus brazos quedaron prácticamente desprendidos.
Uno de ellos fue amputado el mismo día de la agresión, pero ayer, de acuerdo a Yajaira, los médicos del hospital Darío Contreras le iban a cortar el otro, pues no había otra alternativa. Una de sus piernas casi corre con la misma suerte, pues al parecer, el agresor le propinó un machetazo que se la dejó con un gran agujero.
El último machetazo se lo dio en el cuello para decapitar a la adolescente, pero el machete tenía una pequeña abertura y cuando lo propinó, se enganchó de una cadena que tenía puesta la menor y no logró su objetivo final. Por los gritos de la adolescente, comenzaron a llegar personas a ese lugar, por lo que el extranjero huyó y hasta el momento no ha sido localizado.
La menor quedó en el río como si estuviera muerta. Un niño de unos siete años fue quien dio la voz de alerta a los padres de la adolescente. “Aquí vino un niño pequeño corriendo y diciendo lo que estaba pasado. Mi esposo se fue corriendo para allá y fue quien llamó al Sistema Nacional Emergencias, quienes llegaron y se la llevaron al hospital”, indicó.
Yajaira, quien tiene ocho hijos con edades entre seis y 18 años, expresa que solo se dedica a cuidar a sus hijos, y que a pesar de eso no pudo evitar que casi mataran a su tercera hija. Asegura que sus siete hijos restantes no quieren comer y ni quieren asistir a la escuela después que sucedió la agresión.
“Ellos, principalmente los más pequeños, se la pasan preguntando por Cielo y preguntándome cómo está. Yo siempre les digo que ella está bien”, expresa cabizbaja. Indica que a pesar de la agresión que sufrió su hija, la menor se encuentra estable dentro de su condición.
“Ella siempre ha sido una niña muy tranquila, y mira como la mataron en vida”, dijo.
Fuente: Listin Diario