ISMAEL BATISTA.
Está establecida la importancia del primer nivel en la prevención de las enfermedades en los modelos de salud. Es el estamento donde no solo se previenen y controlan las enfermedades contagiosas y transmisibles, si no también, es el escenario para el control y prevención de aquellas patologías no transmisibles.
Es en ese primer nivel de la cadena de atención del sistema en el que se practican los cambios en el estilo de vida para controlar los factores de riesgos clásicos que tienen implicaciones en la aparición y el desarrollo de las patologías no transmisibles, vale decir, enfermedades cardiovasculares, diabetes, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer, entre otras.
Pero también es el escenario donde se previenen un alto números de síndromes clínico agudos y crónicos causados por agentes tóxicos agroindustriales.
En materia de prevención merece especial atención los accidentes de tránsito, por la alta mortalidad que causan.
Y para obtener los resultados deseables en materia de salud, no es una condición ineludible ser un Estado desarrollado o rico. Si de esa manera fuera, Cuba, Chile o Costa Rica no exhibieran ante el mundo los logros obtenidos en el renglón salud
Y en ese sentido, hay que destacar, que los logros alcanzados por los países mencionados han sido programados en base a la orientación de recursos humanos y materiales hacia la atención primaria, lo cual no implican esfuerzos extraordinarios, porque la ejecución y los resultados en termino de salubridad están asociados a menores costes de atención, y a menor uso de medicamentos y tecnologías.
Pues obviamente, es el modo de accionar en salud altamente valorado por expertos de la Organización Mundial de la Salud cuando afirman que los mejores indicadores de salubridad son parte integral de los Estados que implementan modelos de salud con especial enfoque al primer nivel de atención.
Entonces, de lo que carecen los Estados tercermundista con capacidad de orientar la salud a la prevención, y la República Dominicana no es una excepción, no es, sine qua non, recursos; se carece de la mentalidad y de la vocación política para enfrentar el desafió que implica el cambio de modelo de atención que amerita el sistema de salud de la República Dominicana. Y no es que hacerlo, sea una cosa del otro mundo, porque el cambio de modelo de salud del país no implica cambiar el sistema social.
Es por ello que no llegamos a entender porque continuar invirtiendo considerables recursos en un modelo asistencial de salud agotado, dirigido a enfermos recluidos en hospitales, en desmedro de la atención primaria, sin lograr con ello los resultados deseables.
¿Acaso no es mejor implementar políticas de prevención de los accidentes de tránsitos que esperar que estos sucedan para internarlo en un hospital? ¿Cuántas vidas pierden las familias y la sociedad por esta causa? ¿Y cuál el coste para la familia y el Estado?
En adicción a esto, un boletín reciente, el numero 44, de la dirección General de Epidemiologia del Ministerio de Salud, revela la ocurrencia de 2994 muertes atribuibles a ocho causas diferentes, las mayorías son infantiles, maternas y por dengue.
Este es un drama inaceptable en un país con indicadores económicos saludables y con un gobernante interesado en mejorar las condiciones de vidas de los dominicanos.
Por lo tanto, los técnicos y asesores en materia de salud del poder ejecutivo están en el momento oportuno e impostergable de presentar al jefe del Estado un informe pormenorizado de la situación alarmante de la salud en el país, adjunto de un plan de acción con los correctivos en lo inmediato y a mediano plazo.
De no actuar de este modo, entonces, ¿Es de continuar en estos tiempo con el modelo de salud de aquellos tiempos? (Época de Trujillo) o, ¿Que la solución de la problemática de la salud en la República Dominicana será competencia de una nueva generación o de la incertidumbre?
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