Respeto al derecho ajeno garantiza la paz - Campesino Digital

Notas:

jueves, 17 de septiembre de 2015

Respeto al derecho ajeno garantiza la paz


Por José Miguel  Medina Tejeda

OPINION  – Nacemos libres en una comunidad de mujeres y hombres libres. Pertenecemos a esa comunidad. Una comunidad que, como las ondas del lago, se va agrandando  de   la   familia   al   barrio,   del   barrio   a   la   ciudad,   a   la   nación   y   al  mundo.


Una comunidad   fraterna   (o   amistosa ,   si   preferimos   el   término   femenino)   porque   sus miembros comparten la misma dignidad como personas. Es una comunidad política.

Es decir, organizada a través de leyes e instituciones para   garantizar   los   derechos   de   todos   sus  miembros.   Una   comunidad   que funciona porque hay un pacto social, un compromiso colectivo para respetar ese ordenamiento jurídico.

Ciudadanía es pertenecer por derecho a esa comunidad de derechos. Ahora bien,  como éstos son universales, no pueden ser ilimitados. Mi derecho termina donde comienza el de la otra persona.

Ciudadanía es ser sujeto de derechos y  también de obligaciones. Éstos y éstas son dos caras de  la misma moneda,  no pueden concebirse por   separado.  El  derecho de Juan es la obligación de Juana, el derecho de Juana es la obligación  de Juan.

Para armonizar los intereses de la comunidad y sus naturales conflictos  nos hemos dado una estructura —el Estado— que favorece las relaciones entre todos  los  integrantes y protege a  los más débiles.

La misión del  Estado y de quienes lo administran se resume en llevar a la práctica el principio de la igualdad radical de todos los seres humanos.   Esto es lo que se llama el bien común.

Ahora se habla mucho de  tolerancia.  En un mundo  tan violento como el  que estamos viviendo, ya es un gran paso el respeto mutuo entre los miembros de una comunidad política.   

Benito Juárez decía,  con razón,  que ese respeto al  derecho  ajeno garantiza la paz.

Pero la tolerancia es fría. Yo cumplo mis obligaciones y espero que el otro haga lo mismo. No discrimino, pero tampoco me involucro en las necesidades del prójimo.
No   comprometo  mi   subjetividad,   no  me   duelen   las   entrañas,   como   dirían   los
Profetas bíblicos, viendo los desequilibrios del mundo.


La tolerancia es pasiva. A nivel intelectual, estoy en contra del hambre y la guerra. Pero no hago nada para cambiar esta situación.

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