El síndrome de Estocolmo no es nada mas que una extraña reacción sicológica de las victimas de un secuestro o retención involuntaria hacia sus secuestradores.
Las victimas no solo se identifican con sus captores sino, que hasta los protegen y en muchas ocasiones se unen a sus causas o fechorías.
La razón por la cual este fenómeno fue bautizado con el nombre de este país báltico se debe a que el 23 de Agosto de 1973 Jan Eric Olsson intento asaltar el banco de crédito de Estocolmo, Suecia, al encontrarse atrapado en su fallido intento, tomo a cuatro personas como rehenes, estos al final de este episodio dijeron sentir agradecimiento por el señor Olsson pues el no los lastimo pero si expresaban su disgusto con la policía local, pues estos entendían que ellos eran los agresores.
Otro caso mas cercano es el secuestro de una de las herederas de la millonaria familia Hearst en Estados Unidos.
Patty Hearst dos meses después de ser liberada se unió al Ejercito Simbiones, una organización activista-terrorista negra en los turbulentos años 70% 92s, con ellos realizo un atraco a un banco, fue capturada, enjuiciada y condenada, pese a su defensa querer utilizar el síndrome de Estocolmo para salvarla de la cárcel.
En estos momentos nosotros como ciudadanos vivimos en una especie de celda llena de inmundicias en la cárcel de la cuarenta, nos dan pan duro y agua de desayuno, comida y cena, no nos dejan bañar, y ni la luz del sol que es gratis nos dan, pero a los cuatro años cuando ya lánguidos y mentalmente desahuciados nos dejan en libertad, lo primero que hacemos es ir a comprar un cuadro grande del Trujillo del siglo XXI, el Maquiavelo de San Juan y lo colgamos en nuestra sala y todos los días nos hincamos frente a su imagen a darle las gracias porque durante nuestro cautiverio no nos mato, ni nos sentó en la silla eléctrica.
Nuestro excelentísimo presidente de la republica, el honorable Danilo Medina, como le llamaría un entrañable amigo Barahonero, ha hecho del culto a su personalidad un negocio, con el cual ha comprado los medios y las opiniones, el arte allante nunca antes había tenido semejante dueño, con el cuentito y su calvita afeito al león y apago el jacho.
Saco a los Vinchos del poder, se comió el tiburón podrido sin eructar, cambio la constitución, y hasta por Dios juro que no va mas allá del 2020.
Por si acaso Dios cambia de opinión y en uno de esos domingos de sol y saltos ficticios de charcos innecesarios, el todo poderoso le llama a la montaña, el a decidido no ponerle los candados a la constitución, los mismos que impedirían cambiarla cada vez que a alguien sin escrúpulos así lo desee.
Demás esta decir, que cuando baje de las montañas de San Juan de su reunión celestial en sandalias , apoyado en su báCULO Y cargando dos tabletas en mármol Y otra vez nos diga: "quien soy yo para desobedecer a Dios?"
Es en ese que momento diré: échenme agua y prendan la silla carajo!
CARLOS J. DÍAZ GÓMEZ
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