Por Benny Rodríguez.-
Cruce de Vicente Noble, Barahona.- Cada mañana, no importa si es un día normal, sábado o domingo, si es feriado y largo mucho mejor, Dominga Ramona Segura (Minga), está en este lugar cada día de la semana ofreciendo sus productos a todo el que va en dirección a la ciudad de Santo Domingo o regresa de ella y prefiere llevarlas a su casa.
Con mucho orgullo esta mujer que siempre ofrece una sonrisa a sus potenciales clientes proclama con orgullo que con una ponchera (cubeta) sobre su cabeza llena de tilapias para vender levantó a sus cinco hijos e hijas, procreados con su esposo Doris Johnson Olivero, a los cuales educaron en amor y apego al trabajo honrado como medio de sustento.
No sabe hacer otra cosa para ganarse el sustento de la familia que no sea esta y nunca ha hecho otra cosa, pero ahora con mayor nivel de compromiso, debido a que su compañero de toda la vida, con el achaque de la edad tiene problemas de diabetes y de la columna y ha tenido que dejar el oficio que hacía: pescar para mantener a su esposa, hijos e hijas.
Minga, nombre por el que es más conocida, reside en el municipio de El Peñón, de la provincia de Barahona, pero dedica más horas a estar en este lugar yendo de un lado a otro ofertando sus biajacas a todo el que se dirija a la ciudad Capital u otro destino que en su propia casa, aunque ahora se retrasa porque tiene que cuidar de su madre enferma a quien recientemente tuvo un problema de trombosis.
Orgullo
Dijo que ella y su marido, con su oficio de pescador de más de cuatro décadas no han logrado acumular riquezas y dice estar consciente que no conseguirá obtener una pensión cuando ya sus fuerzas no le permitan seguir trabajando, pero, afirma, está satisfecha porque, al menos, ha levantado a su familia con este trabajo que deja poco, pero que es honrado.
Esta mujer de 50 años, pero con una energía y viveza que la hacen ver de menos edad, entrevistada por raticos, debido a que tenía que moverse a cada momento, contó con sus ojos claros, de los que brotaban e irradiaban alegría porque pudo cristalizar su mayor satisfacción. Sostiene que de este oficio digno pudo ver graduarse de informática al segundo de sus hijos, “aunque, los otros, que se casaron temprano, no quisieron hacerse de una profesión que pudo haberle cambiado radicalmente la vida que actualmente tienen”.
“Inicié a trabajar en esto cuando mi hijo mayor, que hoy tiene 27 años, apenas tenía meses de nacido y no era como ahora que estoy en su solo lugar porque anteriormente me trasladaba hasta Los Pinos del Edén con mi ponchera en la cabeza y Jimaní a vender tilapia para ayudar en el sustento de la casa conjuntamente con mi esposo”, narra sin que esto fuera sinónimo de vergüenza, sino de orgullo.
Mayor compromiso
Narra que ahora, mucho más que antes, cuando era una mozalbete de apenas 13 años y su marido de 18, cuando inició la venta de tilapia peinando comunidad por comunidad en las provincias de Bahoruco e Independencia, está en la obligación de seguir trabajando día tras día sin descanso.
La razón para tener más razón de trabajar no es porque aun conserva la misma energía que en sus años mozos, sino porque, ahora su compañero de toda la vida no puede seguir trabajando, debido a sus problemas de diabetes y de la columna.
Sin embargo, dijo que le satisface poder contribuir ella con el mantenimiento de la casa, aunque, aclara, su esposo Doris Johnson Olivero, quien corroboró con lo que ella decía asintiendo con la cabeza, es quien la lleva y la trae, por lo que se queda algunos ratos atendiendo el negocio.
Ganancia
Doña Minga, cuenta que el negocio que hace desde hace casi treinta años no le renta una millonada que digamos, pero de ahí es que consigue lo necesario para el sustento de la casa y reitera con mucho orgullo pudo, conjuntamente con su esposo quien era pescador, levantar a su familia, los cuales se sienten orgullosos y orgullosas de los padres que tienen. Dijo que diariamente la venta de la tilapia consigue entre RD$1,000 y RD$2,000 cada día, pero sábados y domingos, cuando es feriado y largo, puede llegar hasta RD$3,000, lo que no es gran cosa, pero le da para la comida y comprar medicinas.
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