Al tirano no le importaba el deporte, solo los caballos
Placer. El generalísimo Trujillo con sus binoculares en manos para ver una carrera de caballos.
Yoel Adames F.
(1930-1961) el deporte dominicano, emergente y con débiles instituciones, sirvió de fábrica de alabanzas e instrumento de diversión al régimen tiránico de Rafael Leonidas Trujillo Molina.
El “Jefe”, sin embargo, creó varias estructuras que aún permanecen de pie y que son testigos callados de la inversión y estilo de edificación de entonces; también de historias inverosímiles, de humillaciones e incluso, de heroísmo.
La gran pasión de Trujillo fue los deportes a caballo, especialmente la hípica, que le llevó a construir el majestuoso hipódromo Perla Antillana el 23 de febrero de 1944, así como pistas en Santiago y otras ciudades; una forma de recrear sus trotes en los patrullajes militares. Nunca dejó de montar sus caballos, según informes sobre el tirano que gobernó en el período 1930-1961 e impulsó al máximo las corridas de caballos.
El deporte caminaba al paso de los caprichos de la familia Trujillo, al punto que la delegación dominicana que participaría en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1938, por celebrarse en Panamá, no hizo el viaje al sufrir un desplante oficial por su humildad y ser la mayoría negro. Le fue cancelado el viaje.
Pan y circo-béisbol
Los torneos del béisbol profesional lograron albergue en modernos estadios, pues para algunos historiadores deportivos, como Cuqui Cordova, Trujillo sabía que esta actividad “entretenía” al pueblo.
“A Trujillo no le interesaba el béisbol, él era loco con los deportes de caballos, la hípica, esa era su pasión… construyó hipódromo en casi todo el país, por dondequiera se corrían estas bestias”, recuerda Cordova.
“Luego, a él no le importaba más nada, ni la pelota ni nada, al play fue dos veces, a su inauguración oficial el 23 de octubre de 1955, y al inicio del torneo el 13 de febrero de 1959, regresando al día siguiente –de manera irónica- para ver quién se atrevía a agredir a un pelotero extranjero, ya que en una discusión por pasiones de fanáticos, su hermano Petán, que era liceista, le dio una bofetada al infielder Andre Rodgers, de los Leones del Escogido”.
Fue la única vez que Rafael L. Trujillo presenció un partido de béisbol completo, al menos públicamente, y esto pudo obedecer a las críticas internacionales que generó la acción humillante y abusiva de uno de sus familiares contra el jugador de las Bahamas.
Sin embargo, todos los estadios tenían el nombre suyo o de un familiar, como por ejemplo el hoy estadio Quisqueya, su nombre original fue “Stadium Trujillo”, al igual que todos los torneos tenían nombres alusivos a su figura, tanto que muchas veces los bates tenía impregnado su rostro.
Córdova, el mayor productor de títulos en la literatura deportiva doméstica, afirma que algo importante y a favor del deporte tuvo la dictadura, “no todo fue malo”, ya que cuando una delegación dominicana viajaba al exterior (Series Mundiales Amateurs, Juegos Centroamericanos, Panamericanos, y otros más), siempre iban trajeados formalmente y con un bulto con todos sus atuendos, uniformes, zapatos deportivos, sus medias, útiles de juego.
“Luego que cayó la tiranía muchas veces los cubanos tenían que prestarles o venderles cosas a los dominicanos, porque volvimos a andar muy mal, feos, ridículos, por el mundo… y esas cosas hay que decirlas, aunque mi padre y yo fuimos apresados y maltratados por este régimen”, recuerda el escritor.
RAMFIS Y EL POLO
Los deportes de combate, de malla, en agua ni los de velocidad en la pista tuvieron nunca la suerte de ver a Trujillo siquiera enviar un representante.
Él se desvivía por el polo, también, un deporte eminentemente practicado por la jerarquía desde la antigu¨edad y que la luz de sus ojos, su hijo Ramfis, había adoptado como su deleite convirtiéndose en el capitán del equipo nacional. Además, la actividad tiene su base en la caballería.
Fuera de estas dos disciplinas, hipismo y polo, las demás, incluyendo el béisbol, crecían anémicamente, sin el mínimo interés de la familia presidencial.
“Aquí lo que se jugaba era mucho gallo por dondequiera, y Trujillo con sus caballos, los llevaba a arrollar al hipódromo, pero después aquí no había nada, eran dos o tres por deporte”, afirma el doctor Bolívar Vargas.
Escenarios
El doctor Ramón Pina Acevedo recuerda que en el caso del boxeo surgieron una serie de escenarios, coliseos que sirvieron al boxeo para grandes peleas de esa época.
“Estaba el coliseo de San Pedro de Macorís, allí era de los lugares que más se peleaba, aquí el coliseo San Rafael, uno de los más famosos de su época, el coliseo Malecón, y naturalmente, el coliseo Trujillo, que estaba cerca del muelle.
“Cuando gobernaba Trujillo aquí vinieron grandes figuras, incluso Pascual Pérez, el argentino, que era un protegido de Juan Domingo Perón vivió aquí; Luis Castillo, Castillito el mexicano; también vino el cubano Kid Tunero; el argentino Oscar Calles; el cubano Kid Bururú; el boricua Max Morales; Miguel Acevedo, Lorenzo Safora, Nacional Kid, de Cuba también; esos eran los boxeadores mejores del mundo clasificados casi todos entre los primeros 10 de sus categorías.
“Eran rivales de Kid Barquerido, de Kid 22-22, del Zurdo del Higuamo, Capitán Peña, Manolo Carlo, Billy Thompson, de Kid Guinche, que era un dominico-boricua que peleaba aquí también. Era un boxeo de alto nivel”, recuerda, “mi padre me llevaba desde muy pequeño a ver todas esas peleas”.
Sin estructura
El deporte dominicano no tenía una estructura definida para la Era de Trujillo, no existía un Comité Olímpico, ni federaciones ni asociaciones con el actual organigrama de la pirámide olímpica.
Tanto así, que un reconocido exterminador de los enemigos del régimen, Johnny Abbes García, fue incluido en la dirección del deporte dominicano… Este personaje, a pesar de su muerte en mayo de 1967, hasta hace pocos días era miembro de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo.
El “Jefe”, sin embargo, creó varias estructuras que aún permanecen de pie y que son testigos callados de la inversión y estilo de edificación de entonces; también de historias inverosímiles, de humillaciones e incluso, de heroísmo.
La gran pasión de Trujillo fue los deportes a caballo, especialmente la hípica, que le llevó a construir el majestuoso hipódromo Perla Antillana el 23 de febrero de 1944, así como pistas en Santiago y otras ciudades; una forma de recrear sus trotes en los patrullajes militares. Nunca dejó de montar sus caballos, según informes sobre el tirano que gobernó en el período 1930-1961 e impulsó al máximo las corridas de caballos.
El deporte caminaba al paso de los caprichos de la familia Trujillo, al punto que la delegación dominicana que participaría en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1938, por celebrarse en Panamá, no hizo el viaje al sufrir un desplante oficial por su humildad y ser la mayoría negro. Le fue cancelado el viaje.
Pan y circo-béisbol
Los torneos del béisbol profesional lograron albergue en modernos estadios, pues para algunos historiadores deportivos, como Cuqui Cordova, Trujillo sabía que esta actividad “entretenía” al pueblo.
“A Trujillo no le interesaba el béisbol, él era loco con los deportes de caballos, la hípica, esa era su pasión… construyó hipódromo en casi todo el país, por dondequiera se corrían estas bestias”, recuerda Cordova.
“Luego, a él no le importaba más nada, ni la pelota ni nada, al play fue dos veces, a su inauguración oficial el 23 de octubre de 1955, y al inicio del torneo el 13 de febrero de 1959, regresando al día siguiente –de manera irónica- para ver quién se atrevía a agredir a un pelotero extranjero, ya que en una discusión por pasiones de fanáticos, su hermano Petán, que era liceista, le dio una bofetada al infielder Andre Rodgers, de los Leones del Escogido”.
Fue la única vez que Rafael L. Trujillo presenció un partido de béisbol completo, al menos públicamente, y esto pudo obedecer a las críticas internacionales que generó la acción humillante y abusiva de uno de sus familiares contra el jugador de las Bahamas.
Sin embargo, todos los estadios tenían el nombre suyo o de un familiar, como por ejemplo el hoy estadio Quisqueya, su nombre original fue “Stadium Trujillo”, al igual que todos los torneos tenían nombres alusivos a su figura, tanto que muchas veces los bates tenía impregnado su rostro.
Córdova, el mayor productor de títulos en la literatura deportiva doméstica, afirma que algo importante y a favor del deporte tuvo la dictadura, “no todo fue malo”, ya que cuando una delegación dominicana viajaba al exterior (Series Mundiales Amateurs, Juegos Centroamericanos, Panamericanos, y otros más), siempre iban trajeados formalmente y con un bulto con todos sus atuendos, uniformes, zapatos deportivos, sus medias, útiles de juego.
“Luego que cayó la tiranía muchas veces los cubanos tenían que prestarles o venderles cosas a los dominicanos, porque volvimos a andar muy mal, feos, ridículos, por el mundo… y esas cosas hay que decirlas, aunque mi padre y yo fuimos apresados y maltratados por este régimen”, recuerda el escritor.
RAMFIS Y EL POLO
Los deportes de combate, de malla, en agua ni los de velocidad en la pista tuvieron nunca la suerte de ver a Trujillo siquiera enviar un representante.
Él se desvivía por el polo, también, un deporte eminentemente practicado por la jerarquía desde la antigu¨edad y que la luz de sus ojos, su hijo Ramfis, había adoptado como su deleite convirtiéndose en el capitán del equipo nacional. Además, la actividad tiene su base en la caballería.
Fuera de estas dos disciplinas, hipismo y polo, las demás, incluyendo el béisbol, crecían anémicamente, sin el mínimo interés de la familia presidencial.
“Aquí lo que se jugaba era mucho gallo por dondequiera, y Trujillo con sus caballos, los llevaba a arrollar al hipódromo, pero después aquí no había nada, eran dos o tres por deporte”, afirma el doctor Bolívar Vargas.
Escenarios
El doctor Ramón Pina Acevedo recuerda que en el caso del boxeo surgieron una serie de escenarios, coliseos que sirvieron al boxeo para grandes peleas de esa época.
“Estaba el coliseo de San Pedro de Macorís, allí era de los lugares que más se peleaba, aquí el coliseo San Rafael, uno de los más famosos de su época, el coliseo Malecón, y naturalmente, el coliseo Trujillo, que estaba cerca del muelle.
“Cuando gobernaba Trujillo aquí vinieron grandes figuras, incluso Pascual Pérez, el argentino, que era un protegido de Juan Domingo Perón vivió aquí; Luis Castillo, Castillito el mexicano; también vino el cubano Kid Tunero; el argentino Oscar Calles; el cubano Kid Bururú; el boricua Max Morales; Miguel Acevedo, Lorenzo Safora, Nacional Kid, de Cuba también; esos eran los boxeadores mejores del mundo clasificados casi todos entre los primeros 10 de sus categorías.
“Eran rivales de Kid Barquerido, de Kid 22-22, del Zurdo del Higuamo, Capitán Peña, Manolo Carlo, Billy Thompson, de Kid Guinche, que era un dominico-boricua que peleaba aquí también. Era un boxeo de alto nivel”, recuerda, “mi padre me llevaba desde muy pequeño a ver todas esas peleas”.
Sin estructura
El deporte dominicano no tenía una estructura definida para la Era de Trujillo, no existía un Comité Olímpico, ni federaciones ni asociaciones con el actual organigrama de la pirámide olímpica.
Tanto así, que un reconocido exterminador de los enemigos del régimen, Johnny Abbes García, fue incluido en la dirección del deporte dominicano… Este personaje, a pesar de su muerte en mayo de 1967, hasta hace pocos días era miembro de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo.
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