Desapariciones, crímenes sin resolver y rumores en el país de los misterios
El misterio es uno de los juegos predilectos del poder político en República Dominicana.
No hay día en que en sus sucesivas posesiones no florezca un filamento o una esquirla de lo incógnito.
En República Dominicana no se sabe a ciencia exacta cuántas personas votaron en 1978.
Hubo un intento de “madrugonazo”, llamado a la vez golpe de Estado de inspiración policial del que no se sabe con certeza la participación del caudillo Joaquín Balaguer.
No se sabe por qué mataron al periodista Gregorio García Castro en 1973 pero sí se sabe que había una densa atmósfera criminal destinada a hacerlo y a hacerlo cobardemente contra una persona desarmada, con proyectiles disparados a sus espaldas, y en plena calle.
No se conoce la cifra exacta de los votos emitidos en 1986 pues el contendor principal del Presidente resignó sus aspiraciones antes, mucho antes de la declaración oficial de aquella justa.
No se sabe, pero apenas “se sospecha” quienes fueron los responsables del “granadazo” en la Junta Central Electoral, ocurrida en 1986 en pleno recinto de ese organismo.
No se sabe quien mató a los siete muchachos de Navarrete de hace algo más de un lustro pero las huellas dejadas hablan de algún tipo de venganza con uniforme y todo.
No se sabe cuántos miles de personas son espiadas y seguidas y vigiladas diariamente por todos los medios, electrónicos incluidos, en República Dominicana.
Se desconoce por completo por qué el Estado no transparenta todas sus operaciones sobre todo económicas como se lo demandan la Constitución y las leyes que los gobernantes se comprometen bajo juramento a cumplir y hacer cumplir y por qué cuando las violan no son procesados como manda la misma Carta Magna.
Pero los recursos gastados al efecto son más que generosos.
No se sabe pero late en el cielo como un ave Fénix renacido, quienes son los responsables, con ramificaciones quizás en ultramar, del asesinato de Orlando Martínez, ocurrido a raíz de haber sido vinculado al Partido Comunista Dominicano por un importante líder político.
No se sabe cuántas personas votaron o se abstuvieron o no pudieron hacerlo en 1990 en que se veía ganador de los comicios al entonces austero y de “centro izquierda” Partido de la Liberación Dominicana, conducido por el expresidente Juan Bosch.
No se sabe porque hay “remordimientos” entre algunos autores materiales de ese crimen y no lo sintieron antes de ejecutarlo contra una persona incapaz de enfrentar el poderío de las sombras respaldadas por otras sombras superiores.
Una declaración de la Junta Central Electoral de entonces decía sin sonrojo, que había sufragado el noventa por ciento de los votantes, algo que no sucede con seriedad casi en ningún lugar del mundo no importando lo populares que sean las figuras del momento.
Se desconoce la magnitud del manejo irregular de recursos en la Liga Municipal Dominicana, penúltima presidencia, debido a que los organismos responsables de revelarlo se limitaron a ofrecer detalles dispersos y fraccionados sin recomendar sanciones ni nada al respecto.
No se sabe si el caudillo de Navarrete, hoy semi olvidado, como tal vez quería, tuvo hijos o no los tuvo.
Aquellos que confesaron serlo fueron oportunamente mandados a callar probablemente por parientes cercanos suyos quienes enarbolan sus grandes obras físicas que no pueden, ni las más elevadas y costosas, compensar ni una sola gota de sangre derramada y hubo mucha efusión de ella en más de dos décadas represivas.
No se tienen datos a mano, no los tiene el pueblo, de quienes con toda la saña inimaginable contra un hombre enfermo, bajo tratamiento delicado, que andaba por la calle desarmado (y aún así se declaran valientes y reciben promociones) mataron a Narciso González.
No se sabe a cuántos mató el Generalísimo en más de tres décadas de vigencia militar y política ni cuantos fueron llevados a esa misma suerte en los sangrientos doce años, extensión de los treinta y uno.
No se sabe dónde se halla el archivo personal del Jefe, el perínclito de San Cristóbal, que le daría un vuelto a la historia dominicana al vincular a mucha gente, demasiada, en hechos de los cuales se confesaron “víctimas” posteriores, entre otras dimensiones superiores de la mentira y del desprecio de la verdad histórica.
Ahora no se sabe a ciencia cierta si el presidente actual va o no va, un deporte recurrente entre los continuistas dominicanos que siempre han “despreciado” hasta el último momento los poderes del Poder.
Aunque no se sabe cuánto se ha gastado en estas campañas dirigidas desde el Estado y con sus recursos directos e indirectos sí se sabe cuántas escuelas faltan en el país y cuántas bancas de apuestas hay de más.Escrito por: Rafael P. Rodríguez
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