El 23 de septiembre de 1975 Orlando Martínez cumpliría 31 años de edad, pero su asesinato se produjo el 17 de marzo, y el periodista no alcanzó su cumpleaños. Con su muerte el país perdió a un brillante periodista en pleno ejercicio, que pese a su corta edad dirigía una revista semanal de importancia política extraordinaria, y producía una columna diaria en el periódico El Nacional.
Con el atentado contra Orlando Martínez se pretendió callar al conjunto de los periodistas dominicanos que batallaban por restaurar la libertad de expresión, que el país había reconquistado con el ajusticiamiento de Rafael Trujillo y la salida de los trujillistas del poder.
El cineasta René Fortunato ha revelado, a propósito de las investigaciones para su nuevo documental, que existe una marcada diferencia entre los discursos grabados pronunciados por Joaquín Balaguer en el período de sus 12 años de gobierno (1966-1978) y esos mismos discursos publicados en varios libros como recopilación algunos años después.
La diferencia es importante: lo eliminado es todo aquello en lo que el entonces presidente Balaguer aparece amenazante, impugnador del trabajo periodístico, y aquello en lo que resulta fácil descubrir que nadie se atrevía entonces, desde el Gobierno, las Fuerzas Armadas o la Policía Nacional, a realizar ninguna acción sin el consentimiento del caudillo.
La imagen transmitida por Balaguer en los últimos 20 años, y la que sus seguidores han querido modelar después de su muerte, como un hombre manso y tierno, contrasta sobremanera con el político y presidente amenazante, que daba golpes en la mesa, y que frente a los militares que le acompañaban le increpaba al periodista Juan Bolívar Díaz, en 1968, que si con una pregunta estaba acusando a las Fuerzas Armadas y a sus jefes militares de actos terroristas.
Claro, después de eso el carro del joven reportero explotaba frente a su residencia, por una bomba colocada para matarlo, y más tarde para salvar su vida se veía obligado a tomar un exilio forzoso a México.
Esas mismas fuerzas que operaban amenazando, impugnando, golpeando e intimidando a los periodistas, más tarde denominada por el propio Joaquín Balaguer como "Fuerzas Incontrolables", asesinaban al periodista Gregorio García Castro, jefe de redacción de Ultima Hora, y habían asesinado al periodista y abogado Guido Gil Díaz.
Orlando Martínez comenzó su ejercicio periodístico al inicio de los años 70.
Su asesinato cinco años después, puso fin a una labor periodística de opinión, pugnaz, valiente, clara y decidida, en la que una de sus temáticas preferidas era precisamente el doctor Joaquín Balaguer.
El trabajo periodístico de Orlando inquietaba, tal vez irritaba, a Balaguer y a los balagueristas. La claridad de sus exposiciones provocaba urticaria en la piel de los gobernantes, lo que habría llevado al doctor Balaguer, delante de algunos de sus acólitos, a decir que ese periodista no lo dejaba gobernar tranquilo.
Tranquilidad nunca hubo en los gobiernos de Balaguer.
La lista de muertos por razones políticas es demasiado larga. La lista de presos y deportados por las mismas razones políticas fue también extensa.
La lista de personalidades silenciadas, por razones políticas, no dejó tranquilidad a nadie en el país. José Francisco Peña Gómez y Pablo Rafael Casimiro Castro, durante muchos años fueron impedidos de tomar el micrófono de Tribuna Democrática, el programa radial del PRD, a través del cual Juan Bosch contribuyó extraordinariamente a crear una nueva lengua en la República Dominicana.
Orlando se atrevió a hurgar como nadie en la política y la personalidad de Balaguer, y desentrañó muchas de sus incógnitas y enigmas. "¿Puede Balaguer hacer todo lo que quiera sin temor?", se preguntó en una ocasión, para responderse a sí mismo que el poder de Balaguer tenía su explicación "en los bandazos de la oposición, o de las oposiciones".
Orlando Tenía muchas cosas claras sobre Joaquín Balaguer, y llenó cientos de páginas para explicarle al país y a la oposición dónde radicaba el poder del caudillo reformista. El apoyo de las Fuerzas Armadas a Balaguer, según Orlando, se debía "al temor y el respeto que sienten los jerarcas militares por el presidente de la República".
Balaguer escribió muchas páginas, y sus discursos llenaron otras, entre ellas las que exigían el esclarecimiento del crimen de Orlando Martínez. Llegó incluso a ofrecer una recompensa en dinero a quien diera información que indujera a detectar a los asesinos.
Y luego no quiso escribir una página, la dejó en blanco, en su memoria temprana de 1988, admitiendo que tenía la información pero que la dejaría a alguien que le sobreviviría, para que muchos años después dijera quiénes mataron a Orlando Martínez.
Las consecuencias que se derivaron del asesinato del periodista dejaron claro al doctor Balaguer que no era posible "hacer todo lo que quiera sin temor", y desde entonces se dejó de matar a balazos y a palos a los periodistas para asesinar moralmente a los que flaquearan frente al poder.
Allí quedaron tantos cadáveres que el periodismo comenzó a morir moralmente, a doblegarse como en los tiempos del trujillismo, no tanto por la presión, la represión o la amenaza, sino por una parte –mínima- del pastel que se repartía, y que retomó bríos con el retorno del doctor Balaguer al poder en 1986, cuando ya el PRD había abierto las puertas de las cárceles a los presos y los aeropuertos del país a los exiliados.
Poco comunicativo, nunca dado a la espontaneidad y a la respuesta directa, el doctor Balaguer fue marcado por el ejercicio del periodismo, y probablemente sus momentos más difíciles como gobernante tuvieron que ver con los periodistas.
Plinio Díaz, Guido Gil Díaz, José Enrique Piera Puig, Gregorio García Castro, Orlando Martínez, Narciso González enlutaron el ejercicio periodístico, pero el gobernante que toleró esos crímenes sufrió las consecuencias de cargarlos sobre sus hombros.
La secuela judicial que siguió a esos crímenes intranquilizó siempre al doctor Joaquín Balaguer, a quien las sombras de Gregorio García Castro, Orlando Martínez y Narciso González no dejaron nunca en paz.
En sus memorias, publicadas en 1988, Balaguer relata que "una de las más grandes frustraciones que me llevaré a la tumba, es la de morir sin haber podido conocer a ciencia cierta el nombre del funcionario, militar o civil, que impartió la orden para que tres desalmados le arrebataran inicuamente la vida" a Gregorio García Castro.
Cuenta que en este caso "obró una confabulación de silencio que no me fue dable vencer, ni aún con la oferta de jugosas dádivas a los presuntos autores de esa infamia".
Sin embargo, en el caso del periodista Orlando Martínez sí se enteró Balaguer quiénes lo asesinaron y prefirió guardar silencio, dejando en blanco una página para que fuera llenada "algunos años después de mi muerte" por una persona amiga, "que por razones de edad está supuesta a sobrevivirme y que ha sido encargada por mí de hacerlo público...". La justicia ya identificó a los asesinos y el performance de Balaguer resultó inútil.
La víctima y el jefe de los victimarios se encontraron en una recepción, en el Palacio Nacional el 24 de julio de 1974, y lo que sigue es el relato de la víctima:
"Cuando el doctor Balaguer llegó donde me encontraba me dio la mano como había hecho con todos.
Cuando se disponía a seguir, Font Bernard le dijo: "Señor Presidente, éste es Orlando Martínez". Entonces el mandatario se sonrió y expresó: "Una gran pluma; no me imaginaba que usted fuera tan joven".
Un dia como hoy, 17 de marzo del 2011, hace 36 años, Orlando Martínez murió asesinado antes de cumplir 31 años.
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