Por: David Ramírez.
La sustitución del general Rafael Calderón Efres como comandante de la Dirección Regional Sur de la Policía, con asiento en esta ciudad, es una noticia que no nos sorprende en lo absoluto.
Ya habíamos puesto en alerta a nuestros lectores que el nombramiento de un nuevo jefe policial por sí solo no iba a disminuir el índice delincuencial en la ciudad y mucho menos recuperar la seguridad pública.
Esto lo decimos porque muchos medios vendían la imagen que el general Calderón Efres iba abordar la delincuencia de una manera distinta de su antecesor, que fracasó miserablemente.
A los pocos días ser juramentado como jefe policial, el general Calderón Efres, mostró a los ciudadanos un adelanto de lo que iba a ser su gestión (al disponer odiosas redadas en algunos barrios de la ciudad) que sería una gestión más de las muchas que han pasado por esa dirección policial.
Es que la criminalidad es un problema social, agravado con un modelo policial ineficiente y corrupto.
Es un problema social porque vivimos en una sociedad que no tiene una política definida para prevenir y combatir la delincuencia. El alto índice delincuencial en Barahona y todo el resto del país, es producto del fracaso del Estado porque no se preocupa por atender las necesidades sociales de sus ciudadanos más vulnerables, como son los jóvenes.
Es una sociedad que no se preocupa porque los jóvenes tengan empleos, educación y valores cívicos. Lo único que glorifica esta sociedad es el consumismo derrochador. Por eso, la persecución contra la delincuencia será un fracaso mientras desde el Estado se persista en seguir inculcando en los jóvenes falsos valores de que sólo el dinero, los bienes materiales y el éxito fugaz son los sinónimos del progreso y triunfo personal.
El problema del alto índice delincuencial tampoco es culpa de que el Código Penal vigente es bastante permisible con los delincuentes, como quieren vendernos algunos paniaguados del gobierno, es que también el modelo policial no ayuda en nada para combatir la delincuencia.
La policial Nacional no es un caso aparte porque responde al orden político y social vigente, este cuerpo policial es un fiel reflejo de la sociedad. Por eso no nos debemos sorprénder por la forma como actúa y porque ha fracasado en combatir la delincuencia.
Tenemos una Policía Nacional con muy poco personal, mal equipado, desmotivada, con baja formación y con salario de miseria que hace del agente policial una persona proclive a caer en las garras de la delincuencia organizada.
Con un cuerpo policial donde un ladrón de passola puede ganarse en un día el dinero que puede cobrar un agente policial en 6 meses o un año, nunca se podrá combatir la delincuencia.
Por eso no nos extraña las denuncias de que muchos delincuentes, con prontuario delictivo que mete miedo, recorren en motocicletas las calles de la ciudad bajo la mirada indiferente de los agentes policiales.
Son bandas de delincuentes (fuertemente armados) cuyos blancos predilectos son los motoristas que se movilizan en passolas y motores en buenas condiciones, también ciudadanos que transitan a pie en “zonas calientes” o puntos críticos, como son los alrededores de la Ciudad Universitaria y la avenida Enriquillo.
El general Calderón Efres conocía de esa situación pero nunca actuó con manos firmes contra estos delitos como demandaban los ciudadanos, lo que da a entender que no importa el jefe policial que coloquen en la Dirección Regional Sur, porque dentro de la fila de la policía en Barahona funciona una especie mafia que actúa en contubernio con esas bandas que aterrorizan la ciudad.
Venga quién venga como jefe policial, la delincuencia seguirá controlando las calles de Barahona porque no es un asunto de forma sino de fondo.
Que se entienda, de una vez por todas.
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