No fue suficiente la promesa de no presentarse a las elecciones de 2013 para frenar las protestas que piden su dimisión. Las voces en su contra crecen. Con 32 años en el poder, Alí Abdalá Salé es después de Gadafi el dirigente árabe con más años al frente de un gobierno. En su extenso mandato, la pobreza y la corrupción se extendieron por todo el país.
El presidente de Yemen, Alí Abdalá Salé, lleva 32 años en el poder. Primero como líder de la República Árabe de Yemen (Yemen del Norte) y tras la unificación con el Sur en 1990, como presidente de la República de Yemen.
En 1999 se convirtió en el primer presidente de Yemen elegido en sufragio universal, en unas elecciones en las que cosechó el 96% de los votos y que el Parlamento, dominado por el Gobierno, impidió que se presentaran otros 28 candidatos. Esta elección fue calificada por la oposición como “fraudulenta”.
En 2001, un referéndum extendió el mandato presidencial a siete años, lo que significó que la próxima elección presidencial tuvo lugar en septiembre de 2006 siendo nuevamente reelegido presidente, en unos comicios nuevamente tachados de fraudulentos.
Inspirados en la revolución en Túnez, miles de ciudadanos participaron en las protestas convocadas en Saná en enero de 2011 para exigirle que no se presentara a las elecciones de 2013.
Salé, con la intención de calmar los ánimos caldeados por las revueltas populares, aseguró que no se presentará a las elecciones, que no designará a su hijo como su sucesor [Ali Abdullah Saleh] y también aumentó el salario de los militares.
Sin embargo no fue suficiente porque las demandas pro democracia continuaban creciendo en el país más pobre y corrupto del mundo árabe, que se ha convertido en refugio para los militantes de la organización terrorista Al Qaeda. Los ciudadanos empezaron a pedir su dimisión.
Salé lo controla todo
Desde la unificación, el sistema de gobierno se basa en un Consejo Presidencial de 5 integrantes (tres del Norte y dos del Sur), dirigido por Salé.
El Parlamento es bicameral, conformado por la Asamblea de Representantes, de 301 diputados, y la Shura [autoridad islámica] de 111 miembros. Una de las principales funciones del Parlamento es elegir a los dos candidatos que concurrirán a las elecciones presidenciales.
La vida política de Yemen es en la práctica unipartidista, ya que el Congreso General del Pueblo, partido al que pertenece Salé, domina la vida política del país con 238 miembros en el parlamento y controla al resto de instituciones.
Ese control total de la vida nacional ha llevado al monopolio en todas las regiones del país con una actitud clientelista que se ha visto reflejado en altísimos niveles de corrupción y una pobreza extrema.
Casi la mitad de la población de Yemen viven con 2 dólares o menos al día, y un tercio sufre de hambre crónica.
Yemen ocupa el lugar número 146 en el de Índice de Percepción de Corrupción (2010) según la organización Transparencia Internacional.
Con denuncias de asesinatos de civiles, incremento en las protestas populares y una deserción masiva de varios de sus colaboradores y militares que se suman al pueblo, Salé se perfila como uno de los dictadores al que le quedan las horas contadas.
El presidente de Yemen, Alí Abdalá Salé, lleva 32 años en el poder. Primero como líder de la República Árabe de Yemen (Yemen del Norte) y tras la unificación con el Sur en 1990, como presidente de la República de Yemen.
En 1999 se convirtió en el primer presidente de Yemen elegido en sufragio universal, en unas elecciones en las que cosechó el 96% de los votos y que el Parlamento, dominado por el Gobierno, impidió que se presentaran otros 28 candidatos. Esta elección fue calificada por la oposición como “fraudulenta”.
En 2001, un referéndum extendió el mandato presidencial a siete años, lo que significó que la próxima elección presidencial tuvo lugar en septiembre de 2006 siendo nuevamente reelegido presidente, en unos comicios nuevamente tachados de fraudulentos.
Inspirados en la revolución en Túnez, miles de ciudadanos participaron en las protestas convocadas en Saná en enero de 2011 para exigirle que no se presentara a las elecciones de 2013.
Salé, con la intención de calmar los ánimos caldeados por las revueltas populares, aseguró que no se presentará a las elecciones, que no designará a su hijo como su sucesor [Ali Abdullah Saleh] y también aumentó el salario de los militares.
Sin embargo no fue suficiente porque las demandas pro democracia continuaban creciendo en el país más pobre y corrupto del mundo árabe, que se ha convertido en refugio para los militantes de la organización terrorista Al Qaeda. Los ciudadanos empezaron a pedir su dimisión.
Salé lo controla todo
Desde la unificación, el sistema de gobierno se basa en un Consejo Presidencial de 5 integrantes (tres del Norte y dos del Sur), dirigido por Salé.
El Parlamento es bicameral, conformado por la Asamblea de Representantes, de 301 diputados, y la Shura [autoridad islámica] de 111 miembros. Una de las principales funciones del Parlamento es elegir a los dos candidatos que concurrirán a las elecciones presidenciales.
La vida política de Yemen es en la práctica unipartidista, ya que el Congreso General del Pueblo, partido al que pertenece Salé, domina la vida política del país con 238 miembros en el parlamento y controla al resto de instituciones.
Ese control total de la vida nacional ha llevado al monopolio en todas las regiones del país con una actitud clientelista que se ha visto reflejado en altísimos niveles de corrupción y una pobreza extrema.
Casi la mitad de la población de Yemen viven con 2 dólares o menos al día, y un tercio sufre de hambre crónica.
Yemen ocupa el lugar número 146 en el de Índice de Percepción de Corrupción (2010) según la organización Transparencia Internacional.
Con denuncias de asesinatos de civiles, incremento en las protestas populares y una deserción masiva de varios de sus colaboradores y militares que se suman al pueblo, Salé se perfila como uno de los dictadores al que le quedan las horas contadas.
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