Verdades y mentiras (demasiadas) en la revuelta de Egipto - Campesino Digital

Notas:

lunes, 7 de febrero de 2011

Verdades y mentiras (demasiadas) en la revuelta de Egipto


Ni la revolución es democrática, ni los leales a Mubarak son sólo delincuentes y matones, ni las protestas han sido masivas ni tampoco es cierto que Israel se vaya a quedar aislada frente a Irán si Egipto cambia de régimen. Se puede repetir muchas veces lo contrario, pero no se convertirá en verdad.

Democracia SI, islamismo NO.

La revolución que se ha producido en las calles puede parecer democrática, porque ha resultado relativamente pacífica y porque ha reunido a centenares de miles de personas en todo el país contra el mandato de un dictador que empleaba farsas electorales para legitimarse ante su población y la Casa Blanca.

Sin embargo, los egipcios no contemplan la democracia como un bien en sí mismo sino como el instrumento que les ayudará a reducir el paro juvenil o la vigorosa inflación alimentaria, a incrementar la presencia del islam en sus instituciones y a dinamitar el poder de un líder percibido como incompetente, corrupto y vendido a los intereses de Israel.

Los regímenes de libertades no son la mejor manera de afrontar esos desafíos. Las democracias reaccionan lentamente frente a las crisis económicas (comparemos China con Estados Unidos), el islam no reconoce la soberanía popular como fuente de legitimidad ni admite la división de poderes (difícilmente podrá existir un estado de Derecho) y, finalmente, los derechos civiles o las elecciones no garantizan la competencia de ningún Gobierno cuando la corrupción está tan extendida (menos que ninguno, ciertamente, el de Hosni Mubarak).

Emplear la democracia para islamizar la sociedad no es ser demócrata y creer en ella en función de sus resultados económicos o de la eficacia del Gobierno elegido tampoco. Eso es probablemente sufragios para hoy y (de nuevo) hambre de libertad para mañana.

Los leales a Mubarak no son meros matones, presos o vividores a costa del régimen
Era un contexto muy difícil para los medios de comunicación tanto occidentales como árabes. Los rumores y la confusión han provocado que nadie sepa con certeza si la policía ha sacado sistemáticamente de la cárcel a cientos de delincuentes con la condición de que amedrentasen a la población o si las propias fuerzas de seguridad se han vestido de paisano para crear la sensación de que había enfrentamientos entre la gente o los propios opositores al régimen.

Dicho esto, parece mentira que los teóricos defensores de la democracia no reconozcan que Mubarak se ha mantenido 30 años en el poder, porque gran parte de la población estaba dispuesta a aceptarlo incluso con altos niveles de pobreza y miseria. Entre ellos, quizás haya delincuentes y matones pero seguramente la mayoría buscaban seguridad, cierta grandeza nacionalista y progreso económico.

Resulta irónico que muchos medios internacionales hayan afirmado simultáneamente que los manifestantes anti-oposición eran presidiarios y que la tortura en las cárceles parecía especialmente común en Egipto. ¿No cabe imaginar que la mayoría de los presos sean el colectivo menos propenso a defender a quienes les infligieron las peores crueldades imaginables durante años de encierro?

En cuanto a que los leales al régimen intentan proteger sus intereses después de vivir como mínimo desde 1981 del régimen de Mubarak, surge la pregunta de cuántos no lo hicieron en un Estado que ocupa el puesto número 111 de 180 en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional y cuya libertad económica se encuentra muy por debajo de la de Zambia, Ruanda o Burkina Faso según el índice de la Fundación Heritage. Con seguridad, una de las pocas cosas que tienen en común los defensores y los detractores del régimen es que ambos han vivido en su mayoría del dinero público.

Las protestas no han sido tan masivas

Cientos de miles de personas se han convertido en una verdadera marea humana en contra del dictador Hosni Mubarak tanto en las calles de El Cairo como en las de Alejandría. Las televisiones han conseguido convencernos de que los egipcios se manifestaban con la única excepción de la policía y los matones del régimen cuando no ha sido así ni lejanamente.

La población de El Cairo alcanza los 20 millones y la de todo el país supera los 80 millones de habitantes. Las cifras de la oposición palidecen si se tiene esto en cuenta y que en 1970 asistieron a los funerales de Nasser hasta cinco millones de egipcios.

Esos cientos de miles de opositores, muchas veces heroicos, son muchos menos que por ejemplo los dos millones de españoles que se manifestaron en Madrid y Barcelona a finales de febrero de 2003 por la guerra de Irak o los que salieron a la calle para repudiar el asesinato de Miguel Ángel Blanco. La cifra parece todavía más escuálida cuando recordamos que nuestro país apenas supera el 50% de la población de Egipto.

Israel no quedará aislada frente a Irán si pierde a Mubarak

El aislamiento de Israel parece una obviedad en Oriente Medio y, cuando comprendemos el modo en el que Mubarak ha sellado las fronteras a los militantes de Hamas, se nos acaban las dudas. Sin embargo, es falso que el Estado hebreo se quede solo frente a Irán.

Como bien mostraron las filtraciones de WikiLeaks en noviembre, Jordania, Bahréin, Arabia Saudí y Emiratos Árabes han pedido a Estados Unidos que corte las alas a Teherán. Consideran que la proliferación nuclear del régimen de los Ayatolás “amenaza su existencia”.

Cuando Mubarak desista, el verdadero peligro no residirá en Irán o Siria sino en que los Hermanos Musulmanes utilicen su peso en las instituciones para abrir la frontera entre Egipto y Gaza en la península del Sinaí (entrarían alimentos y combustible pero también miles de armas). Mohamed El-Baradei ha insistido en varias ocasiones que Israel no cuenta con su simpatía y defender las necesidades hebreas podría convertirse en la mejor garantía de su fracaso electoral en los sufragios de septiembre.

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