Ramón López Ynoa.
En estos días no he dejado de pensar en qué se habrá hecho aquella coalición de organizaciones sociales que en un pasado muy reciente propugnaban por un reordenamiento arquitectónico que le diera una visualización moderna a la ciudad de Barahona. Recuerdo que se hablaba de crear un nuevo centro urbanístico en el que convergieran las principales actividades institucionales y culturales de la provincia de Barahona, y por extensión, de la Región.
En esa ensoñación -- pido perdón por el término “ensoñación”--, la Ciudad Universitaria había de jugar un papel estelar, así como aquel bulevar, o lindero turístico, que se construiría teniendo el Río Birán como objeto de atracción. Tengo la vaga idea de que también se hablaba de un nuevo puerto de desembarco y que el actual sería transformado en un puerto de recreación turística.
Recuerdo esas propuestas; sólo fueron ideas que no llegaron ni siquiera a la categoría de proyecto.
En estos momentos mis aspiraciones son más modestas, son más humildes. Pienso que la idea inicial de darle a Barahona la visual de ciudad moderna es urgente siempre que se siga creyendo que la fuente del desarrollo de nuestro trozo peninsular es el turismo. Modestamente así lo creo.
La puerta de entrada a la Perla del Sur debe de ser transformada por dos razones sencillas. Una es por razones de seguridad ciudadana, y la otra por estética arquitectónica. El que viene a Barahona se encuentra de repente con el peligro que representa para la vida, primero la fábrica de Block Khoury instalada en una curvita fuerte, y segundo con una arenera en un sitio, que por estar a la entrada, es de fuerte tránsito vehicular.
Todo el que entra y sale de Barahona lo hace sólo por un sitio: la avenida Casandra Damirón, y resulta que tanto la fábrica como el centro arenero están en dicha ruta, que por demás, es estrecha y están a escasos metros de distancia.
Ya frente a la Fábrica de Block Khoury han habido accidentes de consecuencias lamentables, mortales en ocasiones. No son pocas las veces que se suelen formar tapones por vehículos que entran o salen del sitio. Otras veces los vehículos de la empresa dejan sobre la calle una arenisca que al conductor que no conoce del hecho se le puede “sobar” el vehículo e irse a estrellar más adelante. Lo mismo sucede con el Centro Arenero que está frente a la bomba de gasolina.
Tengo la convicción que con un poco de buena voluntad de las autoridades con jurisdicción para estos casos, esos peligros se pueden sortear, al tiempo que con sus traslados a sitios en los que realmente deberían de estar, se aportaría a la modernización de la ciudad.
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