Por: Juan Francisco Matos Espinosa
BARAHONA. (REP.DOMINICANA).- Un motoconchista desconocido inició un día cualquiera sus labores cotidianas a las seis de la mañana, con tan mala suerte que transcurridas diez horas, o sea, a las cinco de la tarde, no había logrado el primer pasajero.
Desesperado el joven porque no había levantado nada para llevar a su hogar, donde a su salida no dejó ni un centavo, se desplazaba de un lugar a otro con el interés de conseguir su primer cliente, para retornar a su terruño aunque sea con 25 pesos en bolsillo.
Dada vuelta y vuelta y nada. Pero a eso de las seis y media de la tarde, casi oscureciendo, se detuvo un rato en una esquina de una calle cualquiera, donde de repente se montó en la parte trasera de la moto un pasajero desconocido, quien con dos uñas por encima del hombre derecho del motoconcho, le señaló tipo capital, que continuara derechó.
A unas pocas cuadras fuera de la ciudad, el pasajero le hizo otra seña al joven motorista, esta vez para que se detuviera, quien al desmontarse le pagó 25 pesos y se fue, sin darse cuenta el motoconchista de quién se trataba, cosa que no supo nunca, pero que quedó grabada en su mente.
Al llegar a su casa, el joven le dijo a su mujer: "Hoy me fue muy mal, eché un día conchando y solo levanté 25 pesos". La humilde mujer le dijo: "Mi amor, no te preocupes, porque tú sabes muy bien que en tu trabajo, hay días buenos y malos"
Pero el marido quedó con la incognita de que ni siquiera le vio la cara al único pasajero que consiguió ese mal día.
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